jueves, agosto 14, 2008

Agenda Perfecta



Eran pasadas las ocho de la noche, afuera seguía lloviendo y ella estaba aún sentada en el cafecito de la calle principal, había esperado más de una hora en la misma mesa de la esquina… aquella que estaba en la penumbra. Mientras bebía el último sorbo de su té, pensaba en todo lo que había planeado para el día y como había sido la realidad de él. Ciertamente, no había sido tal como lo había calculado… sinceramente… había sido un fiasco.

En la mañana, el sueño la había vencido, dado que la noche anterior fantaseó hasta muy tarde con el día siguiente. Sin desayuno y apresurada, corrió bajo la lluvia para alcanzar el bus. Pero este partió, por lo que llegó casi diez minutos retrasada a su trabajo. Como pocos días, el trabajo le había resultado agobiante. Cada minuto pasaba lento. Al dar las seis menos cuarto, partió rumbo a su anhelada cita

Controlando un poco su ansiedad, se dedicó a mirar las deslumbrantes vitrinas, que mostraban una y otra vez los mismos atuendos, en diferentes colores, con diferentes precios. Faltaban sólo unos minutos para las siete, cuando llegó al sitio acordado para la cita. Se acercó la mesera, pero le solicitó un momento para ordenar… esperaría hasta que él llegara… cuando el reloj marcó las siete y treinta, se decidió a ordenar una taza de té… quizás eso hiciera la espera un poco más amena… así siguieron los minutos, pasando lentamente por la superficie del reloj… ocho menos cuarto… ochos menos diez… ocho y cinco… y él no aparecía. Su rostro mostraba la decepción... y una certeza… él no llegaría. Pidió la cuenta, dejando el importe, se marchó.

Ya en la calle, cayó en cuenta de que ésta se encontraba desierta. La lluvia las había lavado de toda la multitud penquista que normalmente pululaba por ella, este hecho le dio un pequeño descanso… no tendría que ocultar sus lágrimas.

Caminando lentamente por una calle apenas iluminada por unos cuantos faroles, dejando que la lluvia corriera por su cada vez más mojado cabello… de pronto se detuvo a mirar los árboles que se movían, como si quisieran danzar al ritmo del viento, deseo por un momento una vida simple, pero se arrepintió… volviendo a colocar su bolso en el hombro, se puso en marcha nuevamente, observando las huellas que su paso dejaba, trataba de encontrar un “Por qué”... Repasando las veces que estuvieron juntos, sus conversaciones, sus risas y todo aquello que compartieron… aún hoy ella no encuentra el error.

Ensimismada en su caminar, de pronto y sin darse cuenta se detiene frente a la calle donde toma su autobús. En aquella oscura calle, se ven brillar las luces de los autos. Repentinamente se siente observada y una voz suavecita le murmura “Yo sabía que aquí te encontraría”. Ella, con sus ojitos tristes y su rostro mojado por la lluvia, lo observa, él la abriga con su chaqueta y con el silencio de una tierna mirada, la tomó suave y firmemente a la vez y en aquel lugar solo, sellado con un beso, se escuchó el sonido de un solo corazón… pero eso, sólo fue un último pensamiento, antes de subir al autobús…




Para ti, querida hermanita,
La última romántica de esta Era.

lunes, agosto 04, 2008

Simplemente Astrito

Erase que se era una vez en un reino muy lejano de esta realidad, que existía una princesa llamada Astrito, que con el solo poder de su mente podía mover estrellas, planetas y hasta galaxias completas… su amplio vestido bordado de flores y brillos, dejaba a todo el que la miraba encantado (o psicopateado, según fuera el caso) Eso si, en este reino, hay que decirlo, existía una nueva clase de seres que la acompañaban a todos lados, así era que siempre estaba rodeada de lalas, psicóticos, niños perros, saboteadores, súper lauchas y care’tallas…


Definitivamente, no existe otra forma de empezar un escrito para Astrito… y es que hoy, en un ataque de nostalgia me puse a recordar… y entre tanto recuerdo desordenado (parte de una cabeza desordenada, pegada al cuerpo de una mujer mucho más desordenada) se escapó uno y salió corriendo a toda velocidad, lo seguí porfiadamente a través de toda mi habitación, hasta que en un salto magistral, digno de la Comaneci, lo atrapé.

Cuando al fin pude ver su interior, descubrí que mostraba imágenes de mi primer día de clases de la U… pero además de ver al profe que se parecía a Luciano Bello, dándoselas de genial, la única imagen significativa era la de una niña flacucha, con los pantalones de buzo al revés y tomando cerveza en los pastos quemados que rodeaban la Facultad de Sociales.

Entusiasmada por la imagen que había refrescado en mi mente, me dispuse a buscar las otras, así fue que encontré a Astrito vestida de animé, con metros y metros de una cinta negra finísima en el pelo, la vi disfrazada de la “momia viviente” para el video de Discapacidad, nos vi cantando a todo pulmón “Yo nunca vi televisión” por la Diagonal, bajo las lluvias de agosto, nos vi solas haciendo el trabajo de seis en epistemología, divise de una pasada su cara de “Reset” de la primera disertación de “Fundamentos”.

Recordé con cariño los “Ciclos de Animé” y tu manía con querer parecerte a Yukino, para tener a tu Arima… las tardes escuchando “El Portal del Web” en la “Frittanga House”… los panqueques “tomoyines” de la clase de Administración… las películas rascas de las “Tardes de Cine” con la entrada a $150 en el Plato… ver a Barney cantar “Todos, somos especiales de alguna maneraaa” mientras comíamos pan con huevo y estudiábamos para el certamen de Psicología con la Nazar.

Querida amiga, desde el primer día de clases… hasta la titulación… siempre ahí… que más puedo decir, me salvaste de hartas, me ayudaste, escuchaste tantas tonteras. Hicimos tantas otras, cada una más imbécil que la anterior. Pero la pasamos bien y nos reímos por montón…



Me alegro de haberte conocido.