Ella, había llegado a tener todo lo que deseaba… todo lo que materialmente deseaba… una casa, un auto, un buen trabajo. Según las reglas, debería ser feliz… con su futuro marido se suponía que no tendrían problemas. Pero ¿porque se sentía así?
Sentada, casi tirada, con el vestido en desorden, en un sillón de la esquina del salón, ensimismada, mirando al techo, como si de allí pudiera surgir la respuesta necesaria para dibujar la sonrisa esquiva. Pensamientos cruzaban a la velocidad del rayo su cabeza… Pensaba en lo felices que se mostraban todos por el acontecimiento… ojalá hubieran sido solo pensamientos los que la atacaban, los recuerdos eran los que más dolían… evocaba con nostalgia lo amada que se había sentido en los brazos de aquel y como había terminado todo… se mordió el labio, buscando no llorar… no arruinar el ostentoso maquillaje.
En un momento llegó su padre para llevarla a la iglesia, sacándola de su ensoñación, la tomó y abrazó. A él se le veía feliz, al fin su hija estaría con un buen hombre, no con ese pelafustán, que no convenía a su clase social… o ¿había sido otra la causa de su molestia?
De pie en la puerta de aquel alto y adornado edificio, sintió un escalofrío recorrer su espalda, aunque ella bien sabía que nada tenía que ver con la temperatura de aquel día. Al comenzar a caminar apoyada del brazo de su padre, la música empezó a sonar… por un instante creyó que escaparía corriendo de allí, mas vio al que sería su marido, sonriente esperándola a ella… esperando a una persona que no existía. Su familia, expectante, se encontraba a su derecha… sus amigos a la izquierda… pero ¿quienes eran esas personas? Había muchos desconocidos en ese lugar…
En el largo camino que pareció ser el recorrido del pasillo, en una esquina del helado pabellón divisó a tres hombres. Sabía que los había visto, sabía que los vería… tres simples palabras vinieron a su mente… “Hechicero”, “Bardo”, “Trovador”. Ellos, la miraban atentamente desde su lugar. Pestañeó y desaparecieron, dejando una sensación familiar de vacio y tristeza.
Al llegar frente a aquel hombre con quien compartiría su vida, sus rodillas fallaron por un momento, todos creyeron que era para inclinarse ante el altar. Realmente solo ella sabía que su Dios no era aquel, y que solo quería desaparecer en ese minuto.
La ceremonia comenzó, parte por parte el ritual fue llevado a cabo. De pronto una desazón la motivó a mirar hacia uno de los costados… allí estaba, aquel que algún día amara como a su vida… allí estaba observándola, esperándola tal vez, los ojos brillantes, los brazos cruzados… él no haría nada por detener este error, lo sabía. Si tan sólo pudiera llevarla lejos.
Los minutos avanzaban, las frases tantas veces oídas, producían una sensación de ahogo en ella.
- ¿Aceptas a esta mujer como tu legítima esposa?
- Si, acepto. – y él volteo, para mirarla con una sonrisa.
- ¿Aceptas a este hombre como tu legítimo esposo?
Un silencio sepulcral llenó el ambiente, parecía como si todos hubieran decidido no respirar en un mismo minuto. Levantó la vista, miró a aquel hombrecillo con ínfulas de poder… sus ojos brillaron por un momento… sus labios se movieron, pero algo la detuvo… el sonido de una canción llegaba claramente…
“If the world isn't turning
Your heart won't return
Anyone, anything, anyhow”
Nunca supo cual sería su respuesta, pues sus sentidos anunciaban que la canción que escuchaba marcaba el inicio de un nuevo día… la radio reloj marcaba las 6:30 de la mañana, del día 1º de marzo… era hora de levantarse para comenzar el primer día de Liceo… ¿conocería alguna vez a aquella gente de su sueño?... no lo sabía… lo único seguro por ahora era que el resto de su vida le esperaba...