Era un día caluroso, su corazón latía deprisa, como hacía mucho tiempo no lo sentía. La desesperanza se mezclaba a ratos con la seguridad de que él cumpliría su palabra. Ella, había cultivado la frialdad como escudo, desde hacía un tiempo. Según sus palabras “sin expectativas, no hay sentimiento de pérdida”. Sin embargo, en esta ocasión, quería creer, quería verlo.
Cuando por fin llegó, su corazón imitó a la perfección el aleteo del colibrí; la mente en blanco, las mejillas sonrosadas y la sonrisa casi olvidada, afloró con dolorosa rapidez.
♫ I have died every day, waiting for you ♫ Canturreó la melodía en sus oídos. Pero, ya no escuchaba, su mirada estaba fija en él. Estiró su mano, para rozar la piel anhelada. Sintió un escalofrío que la recorrió entera. Sensaciones guardadas, reflotaron.
“Viniste” dijo, sorprendido. Ella sólo sonrió, y movió afirmativamente la cabeza. Era como si se le hubiera negado el habla, quería llorar.
Caminaron de la mano, hasta que llegaron a la penumbra de un lugar, hablaron, se acariciaron y era sorprendente que el sentimiento fuera el mismo de tanto tiempo atrás, ella lo amaba, no lo podía negar.
"No me dejes Sola", le dijo ella, mirándolo a los ojos. "Por favor, no me dejes sola." Y lo abrazó, intentando hacer perdurar el momento.
Él sólo respondió "En eso quedamos." Y la esperanza renació.