Te miré sentarte en el sillón de siempre, observaba con cuidado tus movimientos tratando de dilucidar secretos en cada sencillo pestañeo, en cada movimiento, en cada respiración. Y así, de pronto, sin poder detenerlas las palabras salieron de mi boca, “¿Me harías un último favor?… finge… finge por un momento que nada ha pasado y abrázame, necesito sentirte cerca de mí una vez más.”
Me miraste con los ojos entrecerrados, supongo que evaluabas mi petición, cosa extraña en ti, que siempre te lanzabas a la vida sin medir las consecuencias, pero analizando la situación, yo tampoco soy muy normal ¿cierto?
Después de un momento… te dirigiste al lugar donde yo estaba. Quedaste estático a mi lado, tomé una de tus manos y la puse sobre mi cara, sintiendo su calor, la besé. Lentamente, como si tratara de cazar un pajarillo me moví hacia ti. Enlacé mis brazos alrededor de tu torso, acomodé mi cabeza en tu hombro, tus brazos me apretaron con fuerza, como si buscaras transmitirme algo sin palabras… quizás lo lograste, porque sin querer mis ojos se pusieron borrosos, sabía que sería la última vez que estaría en aquel sitio que tanto me encantaba.
Las lágrimas caían silenciosas una tras otra. Tu camisa se empapó, al percatarte de ello, levantaste mi rostro con un dedo, me miraste a los ojos y me besaste… en un par de segundos vi pasar todos aquellos momentos felices y en un vano esfuerzo traté que mi memoria los guardara de la mejor forma posible, abrazándote más fuerte que nunca.
Me apartaste para tomar tu maleta, yo estaba aún en el mismo sitio donde me dejaste, las manos entrelazadas, deteniéndolas… deteniéndome… con un simple “Adiós” y una sonrisa, te dejé de ver.